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preguntarian, ó (lo que sería peor) mandarian á algun lacayo que me moliese á palos, y en verdad que no les faltaria razon.

¿Qué remedio para evitar una rusticidad tan selvática? No hay otro que el que ya está admitido en todas las Naciones cultas. Siempre que hay necesidad de hablar por escrito con personas de diferentes clases, se sacan de un mismo exemplar las copias que se consideran precisas, y quando se llega al tratamiento del sugeto con quien se habla se escribe una sola V. que es la letra inicial de todos los tratamientos respetosos, para que cada uno se aplique aquel qué le corresponda.

Esto supuesto, todas las veces que hablando yo en el Prólogo con el Lector le sirva con una V, sea de la figura que se fuere, él mismo se aplicará el tratamiento que le toca, y no podrá quejarse de que no se le dá aquello que se le debe.

Pero si en todo prólogo sería de desear que se practicase esta buena crianza, en un PrólogoDedicatoria, como lo es el presente, sería especie de locura no ponerla en práctica por mi propia autoridad.

No solicitando yo otros Mecénas que mis

Lec

Lectores para esta casi mecánica fatiga, vamos claros que sería linda gracia introducirse á implorar su proteccion y su benevolencia perdiéndoles el respeto. Por tanto, Señor Lector, mi venerado dueño, no tema V. que le trate como pudiera á un gañan; estimo mucho á V. venero mucho á V. y necesito mucho de V. para exponerme á merecer su desprecio, quando imploro y necesito tanto de su favor.

Ni los autores, ni los traductores ó copistas (entre los quales suele haber bien poca diferencia) debemos temer otros enemigos que nuestros propios Lectores. Si logramos que éstos nos abriguen, y se contenten de nosotros, se nos debe dar un pito por todos los demás que no nos leen. Defiendannos de sí mismos los primeros, y ládrennos quanto quieran los segundos. Harémos con ellos lo que hacen los mastinazos con aquellos gozquecillos que les ladran de memoria:

Alzan la pata, los mean,
Y prosiguen su camino.

Añádese á esto, que los libros solamente se escriben para que se lean; con que por su misma naturaleza parece que están ya dedicados únicamente á los Lectores. Ponerlos baxo la

pro

proteccion de uno que quizá no los leerá, como suelen hacer muchos personages de alto bordo, parece que es sacar las cosas de su quicio; y viene á ser casi lo mismo que regalar á uno que en muestra de agradecer la buena voluntad, paga la maula mas de lo que vale el regalo, y tal vez sin mirarle le vuelve á los hocicos de quien se le envia, ó le reparte entre sus criados y familia.

Aun hay otra ventaja, tanto de parte del Escritor como de parte del Mecénas, en dedicar las obras á los Lectores. Como el autor ó el traductor no sabe quiénes serán éstos, excusa las mentiras, lisonjas y adulaciones, de que suelen estar atestadas las Dedicatorias; pues ignorando las circunstancias de las personas particulares, está dispensado de hacer su panegírico ; y los Lectores de juicio sólido y de gusto delicado no padecen el sonrojo de verse alabados cara á cara. Sabida cosa es que nada empalaga tanto á un hombre machucho y de buen como verse alabado facha á facha, y, como dicen, en sus mismas barbas.

seso,

Quem, si male palpere, recalcitrat undique totus, Esto supuesto, señor Lector y venerado dueño mio, dé V. por concluida la Dedicatoria, y

de

demos principio entre los dos á la conversacion preliminar, que en vulgar se llama Prólogo. Sospecho que tendrá V. varias preguntas que hacerme, y así comienzo, porque estoy pfonto á servirle, y en quanto pueda á satisfacerle. Preguntará V. (como si le oyera) ¿por qué razon, ó con qué fundamento se dice en el fróntis de esta version que las Aventuras de Gil Blas fueron adoptadas por Mr. Le Sage, quitándole el honor de ser su padre legítimo y natural? Pues qué, ¿no lo fué ciertamente aquel Monsieur?

¿Qué llama ciertamente, señor Lector? En los partos metafóricos del entendimiento hay casi las mismas dudas (si ya no son mayores) que en los físicos, corpóreos y materiales. En estos se sabe, ó se puede saber con certeza, la madre que los parió, pero nunca se puede saber con la misma el padre que los engendró. Para atajar los inconvenientes que estas dudas podian producir acudió la ley con la famosa decision, Pater est, quem nuptiæ demonstrant; pero como en las producciones mentales no hay matrimonio que las legitíme, tampoco estamos obligados á creer que sea su verdadero padre el que suena serlo en el frontispicio, salvo únicamente en las producciones de los Libros sagrados.

TOMO I.

La

La corneja que se vistió de plumas agenas, es una mera fábula. Solamente los ladrones y los plagiarios son las cornejas verdaderas.

Convengo en eso (me replicará acaso V.) mas quisiera yo saber ¿qué fundamento hay para agregar á esa especie cornejiana á nuestro bonísimo Monsieur? El mas sólido y el mas grave que cabe en una prudente conjetura. Sus mismos paysanos y panegiristas modestamente lo confiesan, y aun lo prueban con hechos, al parecer concluyentes. Los imparciales y moderados autores del Dictionaire historique portatif, esto es, Diccionario histórico portátil ó manual, los quales formaban una compañia ó asociacion de Literatos de Paris, hombres todos maduros y retirados del gran mundo, que no pertenecian á cuerpo alguno Regular, Eclesiástico, Político, ni Académico, y por consiguientes estaban libres de todo espíritu de cuerpo ó de partido, quando llegan á tratar de Monsieur Alano Renato Le Sage en la edicion de Amsterdam de 1771, tom. 4, pag. 145, dicen así en su nativo idioma.

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Sage (Alain René Le) Poete françois, né á Ruys en Bretagne vers l' an 1677, mourut en 1747 á Boulogne-sur-mer. Son premier ou

vra

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